A veces el sol rompe una ciudad. Son momentos que encontramos de repente y que posiblemente también consigan romper nuestra rutina si les prestamos atención. Con sólo un segundo, la mirada podría percibir toda esa belleza si la asociásemos a nuestro pensamiento. Y disfrutar del regalo que supone.
Color. Pero no sólo ese color vital que parece un impulso. También los colores apagados y firmes de los objetos, el ladrillo, la pared, el marco de la ventana. Incluso el color del cristal. El cristal transparente que no tiene color o tiene todos.
¿ Hasta donde llega el horizonte?. El Horizonte siempre me ha parecido un lugar donde nacían las leyendas. Esa cuna de historias que forman parte de nuestra niñez y que lamentablemente perdemos con la edad... O no. De nosotros depende poder volver a mirar al Horizonte con hambre, buscando otros mundos. Sería como conseguir que el Horizonte no sólo fuese distancia sino también tiempo.