VEO

No existen colores puros en la naturaleza y sin embargo, en ocasiones lo parecen.  Este azul o estos azules, con diferentes tonos, pero cada uno de ellos con su propia luz y su propia personalidad.  Azul cielo, azul mar y azul montaña.  

En un día de sol que ha adelantado el verano, un paraguas aparece como un elemente anacrónico, descarado, provocador y divertido. Así se muestra también ese azul que rompe lo convencional, impactando entre el césped y la pared. Los colores son muchas veces golpes de vida para recordarnos el brillo inesperado de la sorpresa, ese material del que, en definitiva, está hecha la vida.  

Inesperadamente el polvo del Sahara cubrió Madrid durante unos días. Lo importante de esta fotografía es el color. Cambio el color cemento del tejado, cambia el azul de la atmósfera. Y la sensación que tenemos es de extrañamiento. Parece otro lugar. Lunar. Distinto. Y sólo ha cambiado el color.     

  Naranja. Las nubes se empapan de sol y en esta fotografía da la sensación de que emprenden una entre los edificios, en una visión irregular que inquieta y confunde. 

Me encanta cuando me encuentro con un color que se presenta de forma potente y clara. Así esta tarde, el cielo sobre La Almudena, este azul brillante, alegre y definido. Hermoso. Muy hermoso.  

Está cerca de mi casa. Es ya casi un amigo, en cualquier caso una presencia recurrente y, como todo lo recurrente, protectora. A lo largo del año va enseñándoos distintas caras. Sin hojas, verde, y en primavera, la eclosión de un rosa invasivo, alegre y descarado. Lo veo como belleza pero también sobre todo, como una expresión de libertad que confirma que nuestra ciudad es un lugar abierto a la sorpresa, como deberían de ser también nuestras vidas.  

  La exuberancia del verde en primavera. Un color que estalla ante nuestros ojos cubriéndolo todo. Un camino hacia algún lugar. Un camino fresco, abierto. Y todo ello en plena ciudad, a la que aleja, de la que permite escaparnos.... ¿o es también parte de la misma?.

En ocasiones, sólo con mirar, se encuentra un color casi puro. Y hay pocos azules como el azul del cielo. Brillante y denso anochecer. Su propia esencia y el reflejo del mar. Son esos los colores ciertos.

Hay colores que son más que un color. Un grito. Una llamarada. El rojo. Es brillo, pasión. Un color flexible que empapa Como siempre, en la naturaleza encontramos los colores en un estado puro. Como este.

A veces la naturaleza nos regala la representación de colores casi puros. Son como estallidos. En este caso, un precioso contraste entre el violeta de la primavera y el verde fresco. La belleza a veces aparece y nos sorprende.

Cuando veo estos horizontes no puedo dejar de pensar en quienes se atrevieron a buscarlos. Aquellos que navegaron sin distancia y sin miedo. No puedo dejar de pensar que también ellos, en apariencia menos evolucionados, también tenían sueños. Posiblemente sean los sueños lo que nos une a todos los seres humanos a lo largo de los siglos, lo que nos hace iguales. Sueños de horizonte.

Noche y primavera. Regreso a casa. Los árboles de ciudad han florecido. De noche son un poco incongruentes en el bullicio de un viernes. Ruido. Conversaciones. Prisas Y luces. Luces de neón, de automóviles que pasan, de los hogares que rodean la plaza. Inesperadamente, de la mezcla alquímica de todo ello, surge un color. Agresivo y bello. Único en su tono. Nunca se repetirá. Aquí lo tenemos.

Cuando un color se muestra de una forma tan clara en la naturaleza, es un referente con identidad en si mismo. Un ser, color, con diferente presencia, pero vivo. Un color como un ser vivo. Verde.