VEO

  Un viaje es un trayecto exterior e interior. La expectativa, la sorpresa, está en el destino, pero también en el retorno.  Pensemos en que ese viaje se realiza en la noche y en el mar. Donde todo es misterio. Y abramos los brazos al misterio como un lugar henchido de vida donde renacer. Cada uno, y cada miedo, deciden el tamaño del mundo que quieren habitar

 El cielo es a veces un techo que protege pero también que encierra. Esta tarde regresando a Madrid me he encontrado con esta imagen. Esa masa fuerte, potente, oscura, que cubría la ciudad. Todo lo que creíamos grande puede de repente parecer tan pequeño....

Un viaje de regreso es también un viaje al tiempo. Volvemos a nuestra ciudad en un atardecer. Termina el día. En breve comenzará a anochecer y también anocheceremos nosotros, preparándonos para descansar. Las últimas actividades serán más lentas, más perezosas. Y mirarán a mañana. Esta fotografía podría ser el homenaje, el epitafio, el recuerdo, a un día que concluye. Y que nunca se va a repetir.

El atardecer puede parecer un estallido de fuego que intenta abrirse paso entre las nubes. Desde el cielo formamos parte de momentos tan mágicos como este.

Los colores no son sólo mezclas químicas artificiales sino que existen por si mismos como una combinación alquímica de luz y mirada.

El color del viaje. Cuando en lugar de pensar en el destino disfrutamos del trayecto. De nuevo, cuando aprendemos a mirar, a descansar a través de la mirada. Entonces la velocidad puede detenerse en un segundo nuestro.