En ocasiones todo se conjuga para que el paisaje sea un dibujo de serenidad que empape nuestra mirada hasta llenar nuestro interior de paz. Quizás porque ante su grandeza comprendemos lo nimio de nuestros problemas, lo pequeña que es nuestra existencia comparada con la eternidad.
Cuando veo una fotografía así, esta belleza impresionante y única, no puedo dejar de imaginar lo que pensarían nuestros antepasados al encontrarse ante este espectáculo. Posiblemente sería para ellos la forma más obvia de visualizar a la divinidad. No es de extrañar que tantas culturas adorasen el Sol.