VEO

A veces la naturaleza nos regala la representación de colores casi puros. Son como estallidos. En este caso, un precioso contraste entre el violeta de la primavera y el verde fresco. La belleza a veces aparece y nos sorprende.

Parece que el cielo también está de fiesta. Como la iluminación de la calle, los coches, los semáforos. Una especie de verbena urbana. Parece como si todos se preparasen para una noche larga y bulliciosa. De esas en las que pueden pasar tantas cosas. De esas que dejan un poso de anhelo que nos acompañará siempre.

El cielo se rompe bruscamente. O quizás son las nubes las que se abren para dejar que la claridad de un cielo limpio contraste con la agresiva luz del sol empapando las nubes. Y mientras tanto, bajo este milagro, la ciudad sigue su curso, con la tranquilidad de quien está habituada a la belleza de los cielos.

Cuando veo estos horizontes no puedo dejar de pensar en quienes se atrevieron a buscarlos. Aquellos que navegaron sin distancia y sin miedo. No puedo dejar de pensar que también ellos, en apariencia menos evolucionados, también tenían sueños. Posiblemente sean los sueños lo que nos une a todos los seres humanos a lo largo de los siglos, lo que nos hace iguales. Sueños de horizonte.