VEO

 La imagen de San Jerónimo del Real se refleja en una de las cristaleras interiores del Museo del Prado. Con claridad y perspectiva. Siempre me pregunto cual es la realidad de los reflejos, como puede una imagen multiplicarse pero sin su materialización. ¿ No es algo mágico?. ¿ Hasta donde puede multiplicarse la realidad?

  A todos nos gustan las tormentas de verano. No sólo porque limpian la ciudad y dejan en el aire ese olor a lluvia y asfalto. También porque parece que nos limpian a nosotros como siempre hacen los acontecimientos inesperados que rompen la monotonía y nos obligan a enfrentarnos con nuevas realidades. Esa lluvia que renueva, que nos hace despertarnos del cansancio del calor, de la tiranía del verano. Que nos recuerda que nadie reina para siempre. Refresco.

Desde lejos, contemplo estos edificios residenciales con tantos años, siglos tal vez, a sus espaldas. esas ventanas habitadas, cada piso varias vidas, cada tiempo varias vidas. Todo lo que habrá ocurrido en esa enciclopedia de existencias, en esa caja que contiene tantas personas, acciones, sueños, envidias, bondades.... La vida es una corriente que no cesa, y todas esas, muchas, han pasado por este cauce. Las ciudades están llevas de edificios así, contenedores de la esencia humana traspasada por el tiempo.  

En estas calles estrechas donde casi pueden tocarse los vecinos, la luz entra como un rayo que rompe su oscuridad. Son pasillos irregulares, cuestas, curvas y esquinas, que demuestran que son ciudades construidas a lo largo del tiempo, sobre si mismas, desarrollándose como entidades vivas que hoy son diferentes de ayer y diferentes serán mañana.