A todos nos gustan las tormentas de verano.
No sólo porque limpian la ciudad y dejan en el aire ese olor a lluvia y asfalto.
También porque parece que nos limpian a nosotros como siempre hacen los acontecimientos inesperados que rompen la monotonía y nos obligan a enfrentarnos con nuevas realidades.
Esa lluvia que renueva, que nos hace despertarnos del cansancio del calor, de la tiranía del verano. Que nos recuerda que nadie reina para siempre.
Refresco.
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