Ya lo he comentado en alguna ocasión: me fascina la perfección de las estatuas.
Como artistas han conseguido pulir la piedra para crear esas figuras en tres dimensiones a las que sólo les falta la vida.
O quizás no. Tal vez tengan una vida diferente, en una dimensión distinta. Y en ese lugar, seamos nosotros los que permanecemos detenidos, pero, seguro, menos hermosos.
Me gusta esta fotografía que hice con el pudor del espía. Desde atrás. Sin interrumpir su eterna misión.
Panteón de los Hombres Ilustres. Madrid.
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