La luna no sólo vive de noche. En ocasiones nos espera hasta el amanecer y permanece impasible ante las luces que van naciendo a su alrededor.
Es hermosa y no sabemos porqué: redonda, definida y pálida. Quizás porque nos traslada la pureza indiferente de quien no necesita el aprecio de los demás.
Tal vez esté ahí la verdadera belleza.
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